PENSAMIENTOS EN PEQUEÑOS FRAGMENTOS.
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En el transcurrir del día a día, en sus
avatares, la vida se transformó a la llegada de una suave voz misteriosa que
pregunta y se incluye invadiendo mi espacio personal, oh, jamás imagine que esa
pregunta me devolviera la vida que se iba en ese instante. Como imaginar que el
conocer mis problemas seria el inicio de una maravillosa amistad que apenas
tiene un año de edad.
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Solo
caminaba buscando cada vez más sabiduría terrenal, esa que algún día me abriría
espacio en la eternidad. Me encontré con algo más valioso, una llave maestra. El
olor a decepción disparó mi curiosidad y me adentré a un nuevo mundo, a respirar en otra atmósfera, atreverme a
desafiar a la gravedad.
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Fue el comienzo del infinito mundo entre dos
almas que solo buscaban una oportunidad para conocerse, sin pensar que nacía
nuevamente la vida de una de ellas. Claro, como no saberlo si el amor se
encontraba allí, inalcanzable, eterno. ¿Como fue que la sabiduría de la mitad
de vida logro complementar un mundo lleno de oscuridad y soledad?
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No
estaba en la luna, ni en un planeta circunvecino a la tierra, estaba en mi
mundo, la fusión entre tu y yo, en el que siempre eh debido de estar pero que por
razones del único Dios hasta ahora eh de llegar. A mi luna le devolví la vida, ella a mi me dio
el significado de vivir cada día.
Ese puente que nos unió lo llamé Abril 5, vía
que se transforma con la luz.
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Una luna que al ser iluminada, existe. Muchos la han ignorado hasta
el día en que la luz le recobra la vida. Solo puede ocurrir
con la luz proveniente de un ángel, una magnifica obra suprema que lleva a su
paso la responsabilidad de cuidar salvar y guiar un alma solitaria.
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Me dejé llevar por la inmensa alegría de estar en mi nuevo destino.
Dedicándole todas las noches a la inmensidad, mi corazón se lleno de tantas
cosas que en el momento menos pensado deje que desbordara de el todo
sentimiento dirigido a mi querida luna, anfitriona de ya más de 30 jornadas.
Derramados no en el vacío, ni en la montaña en la que solía sentarme para
admirarla, los dejé caer en un pozo blanco.
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No se dimensiona el tiempo o quizás no existe en el mágico astro
portador de vida, solo llegaron palabras plasmadas que describían un ser, su forma
de actuar o parafrasear. Una voz acompañada de notas que despertaban un alma de
infancia. Y llego el regalo más grande,
esa combinación de arte y creatividad que dejaba al descubierto tantos
sentimientos.
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Era hora de darle un poco más de mí, pensé. Un intento más de abrir
mi corazón, hacerle conocer lo apreciado y admirado. Valoraba más a mi hermosa
deidad.
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