ALMA.


Siempre eh desayunado locura y bebido imaginación. Cuando la vi supe que ella merecía de mí, lo mismo que yo de ella ¿Para qué me querría? No lo sé pero yo la tendría entre mis brazos para tomar todo de ella, tan despacio como cae un grano de arena atravesando un agujero de perfección.
Recuerdo sin calofríos cuando mis manos estaban heladas, más frías qué la morgue, cuando visite a mi Alma, la que asesine… Lo imagine, lo planee por ocho años de diversas maneras pero me acobardaba y no lo hacía, se me olvidaba, incluso me distraía, a veces también ya no quería matarla; quería pasar largo tiempo contemplándola; sus dientes tan pulidos, tan blancos, su mirada simple, sin escondites, me seducía, me hacía perderme.
Mis deseos de acabar con ella eran tan grandes que cargaba una imagen suya siempre en mi billetera, cada punto que tejía su rostro lo miraba con obsesión y ternura, cada minuto que pasaba admirándola era una eternidad de construcción de sueños.
La verdad no quería buscar otra víctima ni mucho menos otro victimario, me desvivía por silenciar sus risas que retumbaban por donde habitaba, no soportaba tanta ligereza en un ser, había pensado en matar a su madre pero ella sí que merecía un castigo, por eso la deje vivir.

A veces el doctor que está de guarda en las noches de luna llena me dice que en realidad mi nivel de esquizofrenia es alto porque mi sonrisa al escribir sobre las paredes está llena de todas las emociones que conoce y que le hace falta por vivir. Yo a eso sólo respondo con un silencio rotundo, una muestra de arrogancia, no me interesa en realidad que opina un doctor de mentes, un doctor que por estudiar las de los otros no reconocía la suya.

Terminé por marcharme y esa misma noche, 5 de Junio alisté lo necesario para por fin asesinarla, creo que un ventarrón de euforia me invadió y aliste una soga, una almohada y mi mejor ropa interior, quería que tuviera la muerte más hermosa y la menos dolorosa.
Ella había sido mi amante, conocía su cuerpo como si fuera el mío, conocía el lunar que estaba entre sus pechos, conocía su olor, su piel, olía a ingenuidad, ella sencillamente ocupaba todos mis pensamientos desde los más nobles hasta los más mezquinos. Al principio sólo jugábamos, eso hacíamos, pero luego se convirtió en una travesura qué había arrebatado las noches y todo nuestro tiempo.
En mis labios aún se encuentra la marca de nuestro primer beso, ¡Ja! que pequeño de pensamiento y límites era en ese entonces, tenía temor de llegar a su boca tan ardiente, pasee por su cara con mi lengua repetidas veces, luego de un conteo regresivo de diez segundos, ella uno, yo otro, en su camino me adentré...
Encontré mi sabor favorito, no podría decir que sabe a dulces o limón porque es la sustancia que buscaba probar, aquella que tiene solo cuatro letras y que solo yo podría nombrar y gritar, Alma. Después de ese día no había control, nos dejábamos arrastrar por la marea y la luz del faro era el control remoto de éste velero.
No sé, no sé en qué momento está sed que tengo avanzó y ni la de la lluvia ácida la sacia.
Hoy ya son 47 días luego de su sepelio, describir como la asesiné es rememorar como acabé con lo que nació y reinaba en mí, el amor hacia ella. Veo como el dolor se satisface con mi llanto, mi vida se convirtió en una sonata de nostalgia, en una danza de violas y violines fundiéndome en el abatimiento y la melancolía. Son ya también 47 días de pasar saliva y retorcer mis entrañas, 47 días de querer asesinar de nuevo, esta vez a mí.

Estaba mirándola por la ventana; acostada en cama, su hermosa silueta brillaba. Sigilosamente entré, era tal cual como la tenía en mi memoria, aún lograba transportarme esa paz por medio de sus facciones cuando dormía, mis ojos no podían creer lo que veían, de nuevo ante ellos la mujer que los acompañó a ver en la completa oscuridad y penumbra.
A su lado, respirando lentamente pasé mucho tiempo, me dejé sumergir en todos los recuerdos, hasta que llegué a ese instante en el que estaba allí, acurrucado y todo el ambiente se transformó a increíbles sombras y fuertes vientos de calor. Ya era la hora de consumir todas mis energías con ella y en ella.

La vida es una tragedia, la muerte es un alivio, ese fue el sedante que inyecte en su oído mientras la arropaban mis brazos, sentí de nuevo su piel en la mía. Su cabello enmarañado caía en mis piernas convirtiéndose en pelo muerto. A devastación y perversidad olía la noche, devorándome la zozobra y la angustia. Había quedado estupefacto y fugitivo de mis pensamientos, consagre todos mis movimientos en cerciorarme que Alma no latiera.
Alma desde los 13 me decía; esperanza y aire son lo mismo y el aire ya esta escaso muy escaso, esa era su frase, por eso la asfixie. Ella ya había dejado de sorprenderse, la verdad ya había perdido el encanto por la vida, ya estaba muerta, sólo que yo le quite lo que la mantenía de pie, el aire. Sus gritos me torturaban y así entre llamas nos envolvimos. Su pecho abrí en dos para dejar escapar su espíritu, toda la sangre derramada pintó mi cuerpo. Tuve su corazón en mis manos y a través de ellas viajaron sus sentimientos al mío.
Huí corriendo como quien es perseguido, sin rumbo, sin parar, impulsado por el viento, por la oscuridad, ésta que se había convertido en mi cómplice y en silencio, un eco retumbaba; maté a alma… Caí y con una picardía maravillosa me deje llevar por una sensación de libertad.
La satisfacción no duro mucho, ahora la culpa me carcome, el deseo de acabar con mi vida es grande, no eh dejado de buscar eso que me haga escapar de la realidad, la realidad de ser un asesino. En éstos 47 días el terror me ha perseguido, a veces hasta Alma aparece frente mío. Por mi cabeza han pasado muchas ideas, formas de como acabar conmigo pero en el transcurrir de éste mismo tiempo eh encontrado por fin un refugio en donde no precisamente dejé de ser un asesino.
Para mí, ahora en éste mundo las cosas con sentido escasean. Las letras son un escape, la herramienta más maravillosa que eh hallado, el medio de transporte que solo mi interior me enseña a manejar. Gracias a ellas eh podido acabar conmigo una y otra ves, en verdad son las únicas que hacen realidad todos los estilos que se me ocurran para volver a empezar, diseñar y crear espacios, actitudes, aptitudes, vidas con su respectiva destrucción. Son las únicas que me pueden hacer creer romper el ciclo.
Porque la espera llegó a su fin, y cuando llega al fin todo empieza de nuevo, es lo destructivo de la vida, llego a algo y tengo que volver a empezar... como el castigo eterno de Atlas: soltar la piedra, recogerla y subir y volver a arrojarla.


Escrito por: Alejandra Molina.

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