Esta noche el viento sopla más fuerte, me siento llena de
tanto, todo se expande hacia un lado y hacia el otro, un gran hueco me come
lentamente. Dejar ir todo lo que se tiene no es sencillo, su aprendizaje es
grumoso; dejar de pensar en algo nuevo, romper paradigmas es mi pan de cada
día. Evitar que el cariño se trasmita punto a punto, sector a sector, en una
línea extensa y compleja… no, no lo es, no, no es fácil.
La música embarga mis sentimientos por unos segundos, como
una gran dosis de dióxido de carbono impulsada, sin destino y sin aviso, la
tormenta, la gran ola sale a flote y solo pocos se salvan, entienden la esencia
de su ser. ¿Acaso no se ve su inmensidad, las energías no son suficientes como
para que lleguen hasta al último rincón?
¿Hace cuánto tiempo no tenían en frente tantos signos y
significados? Han pasado tantas suelas y huellas que el cambio que se percibe
es realmente brusco, de adentro hacia afuera, diferentes percepciones, duras
decisiones. El interior pide más fuerza, las fronteras más delicadeza y
relajación, ¿Qué se alcanza primero?
Entre cada espacio de oscuridad y luz las grietas se
expanden gracias a la ilusión, las manchas aumentan, se intensifican, vienen y
se van, florecen y mueren, las siento a mi lado sabiendo que ya no respiran.
Cada grano se consume, todo, hasta lo más pequeño se utiliza, nada se deja de lado,
pues sin alturas y ritmos, una melodía no es divina. De nuevo un paso atrás, regresan
las combinaciones de lanzamientos sin destino y descanso repentino. ¿Por qué
hay que mentir? Mis dedos se movilizan porque no quieren tensionarse, mis ojos
se cierran porque no desean ni el interior, ni el exterior, desean algo más
profundo, un espacio donde su nombre sea realidad.
Entiendan que no hay idea central, no existe el corazón
aquí, solo un poco de barro untando las claves de mi voz, solo gotas que caen y
ondulaciones de recuerdos, sucesos y pensamientos.
Escrito por: Alejandra Molina.
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